viernes, octubre 20, 2006

El Padre Gatica

Finalizada la primera vuelta, se ha iniciado la campaña del terror, propuesta por una de las partes en esta contienda, una vez más con la complicidad de ciertos medios de comunicación tendenciosos.

A través de esta campaña pretenden hacernos creer que en el balotaje que se avecina los ecuatorianos tenemos que decidir entre el capitalismo y el comunismo, entre Dios y el diablo, disyuntiva paranoica destinada a polarizar, a infundir temor y que sólo existe en el imaginario de los brillantes asesores electorales del señor Noboa.

En primer lugar, Álvaro Noboa Pontón no es el paladín del libre mercado que dice ser, defensor de la libertad económica y de la apertura comercial. No lo es porque a la hora de defender la fuente de su poder político y económico, es decir el conglomerado empresarial heredado de su padre, ha recurrido a la depredación jurídica y económica de sus competidores, entre otros los pequeños y medianos productores bananeros.

La depredación jurídica y económica son conductas contrarias a la libre competencia, reconocidas y sancionadas en legislaciones modernas, propias de países en los que sí se puede hablar de real liberalidad económica, países en los que los monopolios y oligopolios no son deseables, pero que si de hecho existen requieren regulación estatal. De ello parece estar conciente el señor Noboa, de allí su intención de reducir el estado a su mínima expresión.

Si el señor Noboa entendiera de verdad los alcances del libre mercado y de la libre competencia, me temo que no defendería tanto la libertad que propone. Lo hace porque nunca ha competido en igualdad de condiciones, de hecho repudia dicha forma de competir, por eso es el único candidato que, vulnerando la ley, a vista y paciencia de las autoridades electorales, ha sobrepasado el gasto electoral permitido, obteniendo así una ventaja ilícita por sobre sus demás oponentes.

Si Noboa fuera el titán de la libre competencia que dice ser, pagaría a sus empleados sueldos dignos, e intentaría crear en sus empresas un ambiente laboral que incentive su productividad. Por el contrario, conocida en el mundo entero es la precariedad de las condiciones en las que emplea a su gente, abusando del trabajo infantil, vulnerando no sólo la legislación laboral vigente, sino principios mínimos de humanidad.

La liberalidad económica persigue que todos aquellos que quieran realizar una actividad económica lícita puedan hacerlo, pero con respeto a las leyes, al derecho ajeno y sin el empleo de conductas destinadas a destruir a la competencia mediante acciones ilegítimas o inmorales. No entender, no aplicar este principio, es simplemente no respetar la libertad económica y la libre competencia.

En segundo lugar, el señor Correa no es el comunista “come guaguas” que intentan pintar sus oponentes. El señor Correa propugna y defiende una economía social de mercado, es decir aquella en la que todos los actores de la economía intervienen en pie de igualdad, en la que el estado juega un rol subsidiario vigilante y en la que tienen relevancia no sólo consideraciones meramente económicas sino también sociales, culturales y ambientales.

Un sistema económico con reglas de juego claras para todos, reglas que favorezcan la competitividad y la inversión extranjera verdadera, es decir aquella que realmente inyecte capital fresco a nuestra economía y no los denominados capitales golondrina

Una economía generadora de empleo, no de cualquier tipo, sino de un trabajo digno, que realmente sea capaz de dar lugar al efecto multiplicador, es decir que incentive la demanda por bienes y servicios y con ello la producción. Empleos que permitan ahorro previsional, que asegure a nuestros trabajadores acceso a la salud y pensiones dignas al momento de jubilar.

Una economía que tienda a una mejor distribución de la riqueza, a través del empleo de una política tributaria eficiente, cuyo acento se ponga en frenar las diversas formas de evasión. La adecuada recaudación de tributos permitirá que el Estado pueda llegar no sólo a los más desfavorecidos mediante la construcción de hospitales y escuelas, sino también a los no tan desfavorecidos, a través de la construcción carreteras y puertos que permitan a nuestros pequeños, medianos y grandes productores poner sus productos al servicio del mercado interno y externo de manera más eficiente.

Es decir un modelo que genere las condiciones que favorezcan la reconstrucción de los distintos sectores de la economía y que nos permita, no ahora sino a futuro, negociar en mejores condiciones eventuales tratados de libre comercio con países como Estados Unidos, o con bloques como la Unión Europea o la APEC. El tránsito de nuestro país hacia estos foros comerciales por cierto que debe tener lugar, pero para nuestra propia desgracia y por culpa de todos nosotros, no puede tener lugar en las condiciones en las que nos encontramos, con un aparato productivo que con escasas excepciones se encuentra destruido.

El supuesto comunismo del que hablan Noboa y sus asesores, con el que nos pretenden amedrentar y dividir es tan falso como la supuesta defensa del libre mercado con la que hinchan sus pechos y se llenan la boca. Esto me recuerda el caso del padre Gatica, el cura que predica pero no practica.

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